Dolores Veintimilla De Galindo
Nació en Quito en 1829 y se privó de la vida en Cuenca el 23 de mayo de 1857. El 16 de febrero de 1847, cuando se encontraba en la flor de su
juventud, contrajo matrimonio con el médico colombiano Dr. Sixto Galindo, y
antes de finalizar el año nació su hijo al que llamó Felipe Santiago José. Poco tiempo después, por razones de la profesión de su esposo se
trasladaron a vivir en Guayaquil, ciudad que les abrió las puertas y los
recibió en los mejores círculos sociales.
“El ambiente cultural de Guayaquil era algo más amplio que el de Quito,
pues en el puerto ya figuraban las jóvenes Angela Caamaño Cornejo de Vivero,
Dolores Sucre Lavayen y Carmen Febres-Cordero de Ballén” (Fernando Jurado Noboa.- Los Veintemilla, p. 357). Fue entonces cuando comenzó a expresar, en prosa y en verso, las
insatisfacciones sentimentales que vivía y las frustraciones de comprender que
no era amada con la misma intensidad. Poco a poco, intentando escapar de sus penas, buscó refugio en la
literatura ambicionando atraer junto a sí a los hombres más famosos para
recibir de ellos la savia de sus conocimientos. Fue asi que por los año de 1854 sin concer las causas, su esposo se habia marchado a Centroamerica dejandola en la pobreza; mas si conocemos que esto produjo en ella la búsqueda del refugio en el arte, ahogando sus poemas de penas. Hasta que finalmente el 23 de mayo de 1857 por causas de envenenamiento Dolores Veintimilla De Galindo habia muerto dejando a su hijo en la orfandad.
¡Quejas!
¡Y amarle pude!... Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma...
perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa,
como la hoja en el árbol vacilé.
Su imagen en el sueño me acosaba,
siempre halagueña, siempre enamorada:
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador.
Y era él quien lo arrancaba de mi pecho,
Él, la fascinación de mis sentidos;
él, el ideal de mis sueños más queridos,
él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin él, para mí, el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida aprisionada;
era el centro de mi alma el amor suyo,
era mi inspiración, era mi orgullo...
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?
No es mío ya su amor, que a otra prefiere;
sus caricias son frías como el hielo.
Es mentira su fe, finge desvelo...
mas no me engañará con su ficción.
se abría apenas soñadora el alma...
perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa,
como la hoja en el árbol vacilé.
Su imagen en el sueño me acosaba,
siempre halagueña, siempre enamorada:
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador.
Y era él quien lo arrancaba de mi pecho,
Él, la fascinación de mis sentidos;
él, el ideal de mis sueños más queridos,
él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin él, para mí, el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida aprisionada;
era el centro de mi alma el amor suyo,
era mi inspiración, era mi orgullo...
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?
No es mío ya su amor, que a otra prefiere;
sus caricias son frías como el hielo.
Es mentira su fe, finge desvelo...
mas no me engañará con su ficción.
¡Y amarle pude delirante, loca!
¡No! Mi altivez no sufre su maltrato,
y si a olvidar no alcanzas al ingrato
te arrancaré del pecho corazón
¡No! Mi altivez no sufre su maltrato,
y si a olvidar no alcanzas al ingrato
te arrancaré del pecho corazón
Bibliografia:
http://www.enciclopediadelecuador.com/temasOpt.php?Ind=2501
literatura ecuatoriana- Alberto M. Haro

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